martes, 2 de octubre de 2012

The drugs don't work

Tristísimo reportaje sobre el macabro éxito de la heroína en la Euskadi de los 80. Me comentaron un día que se estaba preparando una visión televisiva sobre el asunto por parte del equipo del espacio La caja negra y en cuanto me enteré de que SIDA, droga y el punk de la época iban a entremezclarse en ese trabajo, esperé ansiosa a que se emitiera...  aunque he tenido que esperar mucho mucho.

Creo que nunca ví el programa mientras ETB2 lo mantuvo en antena. Sí que lo he visto últimamente en un canal de ámbito local de la TDT, tocando temas como las inundaciones de Bilbao, el cierre de la central de Lemoiz, el de los astilleros Euskalduna, etc... imágenes y relatos en un tono muy negro de una época convulsa en la que a mí ya comenzaba a darme algo de miedo ver el telediario o, lo que es peor, asomarme por la ventana a ver batallas entre policía y jóvenes. Eso de tomar conciencia tan pequeña de que "algo está pasando ahí fuera" hace que no me resulten ajenas las historias de cintas como esta.

Los 80: Drogas, SIDA y Rock/La caja negra/EITB nahieran





Para ir al colegio bajaba todos los días unas escaleras de hierro desde las que siempre veías una pareja (no siempre la misma, o a veces se les unía alguien más) a lo suyo, sin molestar demasiado. De ahí que ni yo ni mis compañeras miráramos con exceso recelo a los drogadictos por mucho que supiéramos que había que tener cuidado con ellos. Incluso llegué a leer un tebeo editado por el Gobierno Vasco o la Diputación (yo creo que estaba en todas las bibliotecas municipales) en el que a los críos se nos inculcaba que esas personas eran parte y resultado del problema pero no el problema, y que los verdaderos delincuentes estaban en otro sitio. Eran tiempos de crisis letal que ayudaron a que la juventud, totalmente desamparada, se sintiera tentada de forma generalizada por "lo último", como ha pasado siempre, solo que esta vez the big thing no era un modelito textil ni un sancheski, sino sustancias que podían acabar contigo.

Y cómo no, al repor se le pone la banda sonora de la época. Vale, el caballo causó bastantes muertes en el punk vasco, pero es que las propició en todos los ámbitos, no solo en el musical, en el que además la gente tenía muchísimo más interés que ahora. Y mira por dónde, sin dejar de reconocer que un concierto podía ser el lugar ideal para que la heroína campara a sus anchas o que muchos seguidores de bandas punk fueran adictos, resulta que, personalmente, nunca conocí a un yonki al que le interesara mínimamente la música. Aunque parezca raro, ni uno, de verdad, y mira que me he estrujado los sesos recordando.

No sé si desde aquello hemos mejorado en algo y espero que la crisis financiera no deje una huella similar entre los nihilistas de ahora. A ellos también se les podrá relacionar fácilmente con movimientos musicales, por mucho que la popularidad actual del rock no sea comparable a la de tres décadas atrás.

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